La función de Gilberto Silva, sobre todo dentro de un equipo del talento de la Seleção, consiste esencialmente en proteger a la defensa, recuperar la posesión del balón y entregárselo a sus compañeros más creativos. Todo muy simple. A sus 33 años, el jugador del Panathinaikos griego percibe claramente esta condición, y sabe que ese fútbol básico, junto con la experiencia de dos Copas Mundiales de la FIFA —una de ellas como campeón, en Corea/Japón 2002— puede acabar constituyendo una baza fundamental para el combinado brasileño que acuda a Sudáfrica en busca de su sexto título mundial.El centrocampista ha conversado con la pasion del deporte y corresponsal de prensa acerca de su papel, el tándem que forma con Felipe Melo y hasta un posible regreso al Atlético Mineiro en el futuro.
Gilberto, desde el torneo de 2002, durante mucho tiempo su presencia en la Seleção fue prácticamente indiscutible. Hasta que, en la última competición preliminar, su nombre suscitó un gran debate. ¿A qué cree que se debe esto?
Mire, yo soy un futbolista que procura simplificar en todo momento la forma de jugar. Pero para quien lo mira, esa forma no siempre es la mejor. Aunque, sinceramente, no me incomodo. No me importa si voy a pasar desapercibido para el que escribe luego la crónica en el periódico. Cuando me cuestionan, me acuerdo del comienzo de mi carrera, al llegar a la selección todos dudaban de la contribución que sería capaz de hacer al equipo. Lo considero un factor más de motivación, aunque a veces claro que me molesta, y más aún al tratarse de mi país, cuando fuera me respetan muchísimo y la gente valora lo que hago.
Pero la impresión que se tiene es que la Copa FIFA Confederaciones fue un momento importante para acabar con esa desconfianza. ¿Cambió todo desde su desempeño en Sudáfrica?
La Copa Confederaciones fue muy importante, sí. Algunas personas no entendían mi presencia, porque yo estaba jugando poco en el Arsenal. A algunos les resultaba difícil entender que fuese titular en la selección y no jugase en mi club. De cualquier modo, procuré recibir las críticas de forma positiva. Únicamente hicieron que en Sudáfrica me esforzase todavía más.
¿Llegó a hablar Dunga abiertamente con usted sobre la presión y la etapa que atravesaba en su club?
Dunga es un entrenador que siempre habla muy abiertamente con nosotros. Y de todos modos yo sabía perfectamente que me perjudicaba no jugar siempre con el Arsenal, por eso quise cambiar de club. Tal y como estaba, pasando muchos partidos en el banquillo, era consciente de que mi situación en la selección podía correr peligro. La apuesta de cambiar al fútbol griego fue importante para mí, y no me arrepiento. Incluso siendo una liga menos conocida, sabía que necesitaba jugar con regularidad. Pero ante todo eso Dunga fue siempre muy abierto, y si considerase que yo no debía jugar tendría libertad total para decírmelo.
Y ahora usted no sólo juega, sino que también es uno de los líderes del grupo, ¿no es así?
Y ahora usted no sólo juega, sino que también es uno de los líderes del grupo, ¿no es así?
Lo mejor de todo esto es que el liderazgo acaba llegando de manera natural, sin que nadie necesite forzar. Los que vienen ahora a la selección tienen tendencia a mirarse en quien conoce mejor el ambiente, como yo, Lúcio o Kaká, por ejemplo. Es una gran responsabilidad, sin duda, aunque positiva: es bueno saber que la tenemos.
Pero usted, al contrario que Lúcio, parece ser una persona que no habla mucho dentro del campo...Pues sí, así es. Pero creo que el papel de los que lideran un grupo va más allá de lo profesional. El aspecto personal también cuenta. Cuando termina el partido, acabas lidiando con el lado emocional de cada jugador: conversar, levantar el ánimo, señalar fallos cuando hace falta… Sobre todo al tratarse de un torneo de un mes, que parece tan largo, pero pasa rápido. Creo que está relacionado con mi manera de ser: procuro ser amigo de todos y respetar las diferencias. Con mi vida hago lo mismo que he dicho con el fútbol: procuro simplificarla.
Esta es ya su tercera Copa Mundial de la FIFA. ¿Qué cosas diferentes le enseñaron cada una de las anteriores?Fueron situaciones muy distintas. En 2002, jugadores como Cafu, Ronaldo y Roberto Carlos eran nuestras referencias, y yo tuve la felicidad de conseguir un puesto en el equipo y jugar hasta la final. En 2006, cuando tenía más experiencia, no empecé el torneo como titular, pero acabé entrando en el once. Fue muy importante disputar aquel Mundial, aunque no jugase en todos los partidos. De todos modos, viví las dos caras: la victoria de 2002 y la derrota en Alemania, cuando la frustración fue enorme. Creo que esa experiencia tiene algún valor.
Ese valor debe de ser aún mayor para alguien como Felipe Melo, que actúa a su lado en el mediocampo y llegó al combinado nacional hace poco más de un año.El tándem que formo actualmente con Felipe es muy importante. Él tiene la misma edad que yo cuando llegué a la selección en 2002 (26 años): es un jugador joven, con una dinámica para avanzar más e incorporarse al ataque. Creo que formamos una pareja de volantes equilibrada. Felipe llegó al equipo por méritos propios. En el estreno con la selección, normalmente, la gente tiene algo de timidez, pero él entró tranquilo desde el principio y salió muy bien. Aprovechó su oportunidad. Y en la selección brasileña es así: hay que estar preparados cuando se presenta la ocasión, porque muchas veces sólo hay una en la vida. A mí me pasó lo mismo, cuando fui al Mundial de 2002. Llegar es muy difícil, pero es incluso más complicado mantenerse durante bastante tiempo, construir una historia.
La descripción que hace usted de Felipe es hasta cierto punto la tendencia actual de la posición de volante: ¿el que se turna entre el ataque y la defensa?Eso es lo que sucede. En realidad, principalmente en Europa, esa ha sido la tónica de todos los centrocampistas, incluso los de ataque: todos tienen una función defensiva y ofensiva. Pero cuando se habla de un equipo como la selección brasileña, con la calidad que tiene, pienso que el volante no puede estar pensando que debe subir al ataque en todo momento. El fútbol es como una banda: cada uno tiene su función, uno se concentra en marcar goles, otro en defender... La sincronización en la Seleção ha sido ideal por eso: porque cada uno desempeña su papel con calidad.
La descripción que hace usted de Felipe es hasta cierto punto la tendencia actual de la posición de volante: ¿el que se turna entre el ataque y la defensa?Eso es lo que sucede. En realidad, principalmente en Europa, esa ha sido la tónica de todos los centrocampistas, incluso los de ataque: todos tienen una función defensiva y ofensiva. Pero cuando se habla de un equipo como la selección brasileña, con la calidad que tiene, pienso que el volante no puede estar pensando que debe subir al ataque en todo momento. El fútbol es como una banda: cada uno tiene su función, uno se concentra en marcar goles, otro en defender... La sincronización en la Seleção ha sido ideal por eso: porque cada uno desempeña su papel con calidad.
¿Qué le parece el sorteo de la fase de grupos para Brasil? Usted conoce muy bien, de su época en el fútbol inglés, a muchos de los rivales que tendrán en la primera fase...Comparado con los de Inglaterra o España, por ejemplo, creo que el nuestro puede llamarse “grupo de la muerte”, aunque este equipo ya ha atravesado muchas situaciones difíciles y está preparado para afrontar la situación. Conozco a muchos de los portugueses y principalmente de los marfileños, con los que coincidí en el Arsenal. Kolo Touré y Eboué, sin embargo, siempre hablan conmigo mostrándose muy bromistas, con risas, diciendo que Costa de Marfil va a ganar a Brasil (risas). Pero nos respetan, por supuesto. El Mundial es así: en ese momento, todo el mundo quiere ganarle a Brasil.
Hemos asistido al regreso de numerosos jugadores brasileños al país. ¿Pueden albergar esa esperanza respecto a usted los seguidores del Atlético Mineiro?(Risas) Bueno, me queda un año y medio de contrato con el Panathinaikos, pero después, ¿quién sabe? Siempre he tenido un cariño muy grande por el Atlético, y sigo la evolución del equipo. Siento un gran respeto por las personas del club y por su afición, y también soy respetado. Pero las cosas tienen que ocurrir de forma natural. Cuando acabe mi contrato, ya veremos.
Hemos asistido al regreso de numerosos jugadores brasileños al país. ¿Pueden albergar esa esperanza respecto a usted los seguidores del Atlético Mineiro?(Risas) Bueno, me queda un año y medio de contrato con el Panathinaikos, pero después, ¿quién sabe? Siempre he tenido un cariño muy grande por el Atlético, y sigo la evolución del equipo. Siento un gran respeto por las personas del club y por su afición, y también soy respetado. Pero las cosas tienen que ocurrir de forma natural. Cuando acabe mi contrato, ya veremos.
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