Pero lo más importante es que el holandés ha encajado como un guante en su nuevo equipo, el Tottenham. La exigente y ardiente afición de White Hart Lane, uno de los campos más míticos del fútbol inglés, ya le adora.
Su equipo, con cuatro puntos, los mismos que el Inter de Eto’o, camina directo hacia la clasificación para octavos y Rafa sigue los pasos de sus compatriotas, y también ex compañeros en el Madrid, Arjen Robben y Wesley Sneijder, que la temporada pasada triunfaron por todo lo alto lejos del Santiago Bernabéu.
Su adiós al club de Concha Espina, en el último suspiro del cierre del mercado de fichajes, no puede calificarse de fracaso económico (costó 13 millones y se vendió por 11), pero sí despierta muchas dudas en el aspecto deportivo. Mourinho aceptó a regañadientes los designios del ser superior, que en poco más de un año de mandato ha realizado toda una limpieza étnica en el vestuario. Ya no queda ningún holandés.
Antes que Van der Vaart, los Huntelaar, Robben, Sneijder, Van Nistelrooy y Drenthe (el único cedido) se vieron obligados a emigrar. Quizá más que por oler a tulipán, les echó por formar parte del sueño de Calderón, pero lo cierto es que Mou se daría con un canto en los dientes si pudiera contar con alguno de ellos. Sneijder y Van Nistelrooy, sin ir más lejos... Pero mientras el luso no encuentra luz en el mediocampo ni gol en la delantera, los tulipanes florecen lejos de Madrid.
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