jueves, 1 de abril de 2010

FUTBOL CLASICO

El día de gloria ha llegado

“Habíamos preparado el partido con una lucidez fuera de lo común. La selección francesa era imbatible. Alcanzó lo sublime. Muy pocas veces se llega a este estado de gracia”. El análisis lleva la firma de Aimé Jacquet, radiante y con ganas de desquitarse, mientras asía el trofeo supremo en el Estadio de Francia el 12 de julio de 1998. Sin embargo, un mes antes, cuando sonó el pitido inicial de la decimosexta edición de la Copa Mundial de la FIFA, el seleccionador de los Bleus era el hombre más criticado de su país. En la noche del contundente triunfo sobre Brasil (3-0) se había convertido en el personaje más popular de “la Francia que gana”.
La magia del fútbol hizo que un vendaval de alegría y entusiasmo inundase toda la nación, extasiada ante su primera conquista del título mundial. LA PASION DEL DEPORTE Y LA CORRESPONSAL DE PRENSA viaja atrás en el tiempo y te lleva a los pasillos de un Estadio de Francia construido con motivo de la última final del torneo del siglo XX.
El contexto
El camino hacia la final de Francia 1998 fue lento pero seguro. Los anfitriones comenzaron protagonizando una primera fase impecable, al vencer a Sudáfrica, Arabia Saudí y Dinamarca. Pero en octavos de final el Paraguay de José Luis Chilavert planteó numerosos problemas, y tan sólo lograron el pase gracias al primer “gol de oro” de la historia del certamen, inscrito por el defensa central Laurent Blanc en el minuto 113. En cuartos, frente a Italia, la clasificación se decidió en una tanda de penales no apta para cardiacos, y que terminó con un lanzamiento de Luigi Di Biagio contra el larguero. En semifinales el conjunto anfitrión se cruzó con otro adversario temible, Croacia, que en su primera cita mundialista acababa de obtener una sorprendente victoria sobre Alemania (3-0). A pesar del tanto inicial de la Bota de Oro, Davor Suker, Lilian Thuram salvó a los Bleus al marcar pocos minutos después del descanso las dos únicas dianas de su larga carrera en el combinado nacional. La única mácula fue que perdieron para el choque decisivo a su “Presidente”, Laurent Blanc, expulsado ante los croatas.
Brasil, vigente campeón del mundo, afrontaba la prueba como gran favorito, y disponía de un ataque arrollador, que en principio debía compensar ciertas lagunas defensivas. Mário Zagallo confiaba en que su gran astro, Ronaldo (mejor jugador del torneo) marcase diferencias. Los brasileños superaron su liguilla sin complicaciones, aun cayendo contra Noruega (2-1) cuando ya estaban clasificados, y golearon a Chile en octavos (4-1). Luego vino una victoria más trabajada, por el mínimo margen, sobre Dinamarca (3-2), y una agotadora tanda de penales contra Holanda (1-1, 4-2 PEN) en semifinales, en la que brilló el guardameta Taffarel.
Era la final ideal para un país organizador. Francia vibraba con el primer duelo por el título de su historia, en tanto que la Seleção aspiraba a añadir una quinta estrella a su camiseta.
El partido
Exceptuando a Franck Lebœuf, que sustituyó a Blanc en el eje de la zaga, Aimé Jacquet alineó a su once tipo en una formación 4-3-2-1, con un electrón libre, Youri Djorkaeff, y el creador de juego, Zinedine Zidane, como apoyo del único punta, Stéphane Guivarc'h. Zagallo, por su parte, y aunque una misteriosa enfermedad aquejó a Ronaldo una hora antes de la final, recurrió también a su equipo de gala, con el impresionante trío Ronaldo-Rivaldo-Bebeto.
Y finalmente, el mediocampo reforzado de Aimé Jacquet inclinó la balanza, cortando a Brasil en dos. Los Bleus pudieron adelantarse al principio a través de Guivarc'h, que recibió una asistencia perfecta, pero perdió su mano a mano con Taffarel. A continuación, cuando los Auriverdes empezaban a levantar cabeza, Francia inauguró el casillero a raíz de un saque de esquina de Emmanuel Petit que aprovechó de cabeza Zidane, explotando perfectamente el marcaje titubeante de Júnior Baiano. Lejos de contentarse, los europeos no aflojaron la presión y, tras otra parada magnífica de Taffarel ante un desafortunado Guivarc'h, Zidane rubricó su doblete. Aunque no era su especialidad, volvió a marcar de cabeza, en un córner sacado desde la izquierda por Djorkaeff. Al filo del descanso, Brasil parecía noqueado.
Zagallo decidió entonces quemar sus naves, e introdujo un cuarto delantero, Denílson, gran desestabilizador de defensas con sus regates imprevisibles. Fabien Barthez tuvo entonces la ocasión de lucirse, sobre todo en una espectacular salida por alto ante el Fenómeno, y también al bloquear un disparo a quemarropa del ariete auriverde. La presión brasileña se hizo agobiante a partir del minuto 67, con la expulsión por segunda tarjeta amarilla de Marcel Desailly, piedra angular de la retaguardia francesa. Zagallo aumentó todavía más la potencia de fuego sudamericana dando entrada a Edmundo, un quinto atacante. Pero no serviría de nada. La defensa local, aun con la ausencia de sus dos centrales titulares, repelió todos los asaltos.
Y lo mejor estaba por llegar. Justo al final del tiempo reglamentado, en un saque de esquina mal ejecutado por los brasileños, Christophe Dugarry montó un contragolpe y habilitó rápidamente a Patrick Vieira, quien abrió de inmediato para Petit. El centrocampista superó la salida de Taffarel y marcó el tercer gol mediante un zurdazo cruzado de gran calidad.
La figura




En 45 minutos, el tiempo que tardó en colocar dos certeros testarazos, la vida del reservado Zinédine Zidane dio un vuelco. El marsellés de origen cabileño triunfó donde habían fracasado las generaciones doradas de Raymond Kopa y Just Fontaine en 1958 y de Michel Platini en el decenio de 1980.
Zizou se convirtió en el hombre más popular de Francia y fue designado Jugador Mundial de la FIFA ese mismo año. La televisión, la publicidad, los periódicos se lo disputaron. Hasta The New York Times, que vio en él al “Michael Jordan del fútbol”. Su nombre y su sonrisa cubrieron las vallas publicitarias de las ciudades y las páginas de las revistas.
Elegido de nuevo mejor futbolista del año por la FIFA en 2000, antes de ganar el galardón por tercera vez en 2003, Zidane continuaría su carrera vistiendo los colores del Real Madrid. Su reaparición con la selección francesa permitió a los Bleus acceder a la Copa Mundial de la FIFA 2006, donde volvió a participar en otro encuentro de ensueño contra Brasil, y en una nueva final. Sería el último partido de su carrera, concluido mediante un genial lanzamiento desde los nueve metros, una tarjeta roja y la victoria de Italia en la tanda de penales.
Se dijo




“Aplaudo a los franceses por su éxito. Por supuesto, la forma física de Ronaldo nos planteaba un serio problema, pero eso no resta ningún mérito a la sublime victoria de Aimé Jacquet. Francia tenía un genio del fútbol en su banquillo y otro aún más talentoso sobre el césped: Zidane”. Mário Zagallo, seleccionador de Brasil.
“Tengo la suficiente experiencia para saber que todo ocurre muy rápido frente a grandes jugadores. Solamente cuando Manu Petit marcó el tercer gol al final del encuentro pensé: ‘¡Ya está! ¡Somos campeones del mundo!”. Aimé Jacquet, seleccionador de Francia.
“Francia se labró su éxito a partir de su solidez en el mediocampo y en defensa. Cuando un equipo está bien preparado y sabe lo que tiene que hacer, no puede pasarle nada malo. Todo es una cuestión de saber hacer, y eso es algo que no les falta a los franceses”. Dunga, capitán de Brasil.
“Era nuestra tarde; todos teníamos esa sensación de que nada malo podía sucedernos. Los grandes jugadores marcan siempre la diferencia en los partidos importantes. En nuestro caso, así ocurrió con Zidane”. Didier Deschamps, capitán de Francia.
¿Qué sucedió luego?




Los Bleus dieron continuidad a su primer título mundial adjudicándose la Eurocopa 2000, al imponerse a Italia en la final (2-1). Pero el adiós en 2000 de su capitán, Didier Deschamps, y de Laurent Blanc señalarían el inicio del fin de una época dorada. La lesión de Zinédine Zidane antes de la Copa Mundial de la FIFA 2002 dejó huérfano al equipo tricolor. Los campeones no hicieron honor a su condición, y abandonaron el torneo en la primera fase.
Los integrantes de aquel grupo siguieron colgando las botas, especialmente después de una decepcionante Eurocopa 2004. A petición del seleccionador Raymond Doménech, Zinédine Zidane decidió regresar, en compañía de Claude Makélélé y Lilian Thuram, y los Bleus consiguieron volver a la final ocho años después, en Alemania. Fue el fin de una generación cuyos últimos representantes son Thierry Henry y Patrick Vieira.
En cuanto a Brasil, se recuperaría de la derrota cuatro años más tarde, alzando la primera Copa Mundial de la FIFA celebrada en tierras asiáticas, con un Ronaldo inconmensurable pese a sufrir dos graves lesiones entre ambas ediciones de la competición. La Seleção se cruzó de nuevo en el trayecto de Francia en 2006, y volvería a sucumbir ante un Zidane grandioso.

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