Casi nadie duda ya de que a este Barcelona le recordaremos siempre, lo citaremos cuando hablemos de equipos hermosos, históricos, perfectos (o casi). Es una cuestión de sensaciones y calidez sobre todo, pero para los pragmáticos se trata de títulos y récords. Los títulos están ahí y los récords van cayendo en cascada. En este 5 de febrero de 2011 el Barcelona ha roto uno de los más regios, uno que tenía medio siglo y que pertenecía al Real Madrid de la temporada 60/61, el de Miguel Muñoz y Di Stéfano. El Barcelona suma dieciséis victorias seguidas en Liga. Nueva marca, nueva muesca, nuevo hito. De Miguel Muñoz a Pep Guardiola. De Di Stéfano a Leo Messi. Símbolos sagrados en blanco, símbolos sagrados en azulgrana: si la noche era para la historia, la noche era de Messi, que piensa con regates, escribe con goles y firma con sonrisas.
El partido del triunfo dieciséis (Liga impoluta desde el tres de octubre: terrible) no fue ni el mejor ni el más brillante del Barcelona. Fue un triunfo por lógica aplastante, por matemáticas y Messi. Un triunfo que se coció en media hora y se marinó después en un juego de sensaciones en el que apenas peligraban ya los puntos. Porque al final cuentan los puntos y cuenta que el Barcelona dormirá con diez puntos más que el Real Madrid: un universo, máxima presión. Fue una victoria de jerarquía y poderío, merecida y bien administrada. Una de esas que dejaron mensajes que explican o al menos redondean a este Barcelona. Messi marcó tres goles (cuarto 'hat-trick' de la temporada) pero valdría más quedarse con una acción defensiva en la que robó el balón al Kun Agüero en la zona del lateral izquierdo y sacó el balón entre regates. Eso es espíritu, compromiso, hambre: eso es este Barcelona.
Fue un triunfo de lógica y conviene recordarlo porque la presencia del Atlético en el Camp Nou siempre trae cantos de vértigo y espectáculo, partidos en el alambre y monedas al aire. Esta vez la diferencia era demasiado grande. El partido, sobre todo la primera parte, no fue una colisión entre Barcelona y Atlético. Fue un duelo cuesta debajo del líder contra el séptimo clasificado. Fue el gobierno de un equipo que termina la jornada con 61 puntos, 31 más que su rival. Con 70 goles a favor y sólo once en contra. El Atlético marcha en 31-29. Los dueños de esas cifras se enfrentaron y ganó el Barcelona: ganó la lógica.
Para el Atlético lo peor seguramente sea la sensación de haber llegado demasiado tarde al partido, de haber empezado a competir cuando se lo permitió un rival que jugó con él como un gato con un ovillo de lana. Decía Einstein que no se pueden esperar resultados distintos de los mismos comportamientos. Y el Atlético calcó su falta de fe en otros escenarios importantes y no mejoró sino que empeoró hasta que el triunfo había volado las prestaciones del pelotón de equipos que ha salido trasquilado del Camp Nou. Quique se guardó a Forlán, adelantó a Filipe para reforzar a Antonio López. Lo que pareció precaución se acabó pareciendo demasiado al terror. Se puede cambiar el dibujo (o se debería intentar) sin prescindir de uno de tus pocos jugadores de primera categoría. Se tendría que poder armar el equipo con alma y cemento.
Al contrario, el Atlético salió al Camp Nou dormido, con trazas de espectador. Acumuló defensas sin defender bien. El tapón a Alves duró hasta que Pedro transitó hacia el centro y despejó la banda. La resistencia fue inútil y ficticia. En media hora Messi había metido dos goles y perdonado otro par de los que no suele. Pedro también rozó el gol. Y el 2-0 era una bendición para un equipo sin constantes vitales que asistió apocado al clásico slalom con remate fino primero y la aparición oportunista después: dos goles de Messi, 27 minutos. En el primero Assunçao chocó con Filipe. En el segundo Antonio López no supo despejar.
El partido pareció ventilado y el Barcelona bajó revoluciones y permitió un ejercicio de vergüenza del Atlético, que cerró la primera parte con un susto de Agüero salvado por un Abidal hercúleo y empezó la segunda con Forlán en el campo y un diseño partido pero al menos más valiente. Durante algunos minutos pareció que podía pasar algo. Justo hasta que pasó: Piqué salvó bajo palos un remate de Filipe. Ahí acabó la fe de un Atlético después mansó que encajó el tercero en otra acción de hambre de Messi y pudo encajar alguno más. Cuando se estiró se encontró a unos impecables Piqué y Abidal y a un señorial Valdés. No hubo más para un equipo en el que la diferencia entre sus mejores jugadores (De Gea, Agüero, Forlán...) y el resto es definitiva, demoledora.
El Barcelona terminó jugando a placer y sin firmar un partido de los de matricula de honor acumuló más de media docena de ocasiones categóricas y el dominio de más de tres cuartas partes del partido. De largo, mereció el triunfo y trabajó por él con estilo y energía. Y Messi. Un triunfo de récord y, otra vez para los pragmáticos, un triunfo que abre la zanja del título a diez puntos. Sudores fríos y mucha presión. El Barcelona ha hablado, mañana le toca contestar Real Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario