lunes, 2 de mayo de 2011

El Madrid sale al ataque en busca del milagro Mourinho no puede especular. En el Barça regresará Iniesta.



Cuando hace 17 días empezó esta serie frenética de Clásicos no sólo se dirimían tres títulos, sino también la supremacía de un estilo futbolístico. Frente al primoroso toque del Barcelona el Madrid oponía un estilo directo, de poco masticar, pero muy contundente. El juego del Barça estaba ratificado por un sinfín de títulos y el del Madrid se consolidaba según pasaban los meses, cada vez más sólido y maduro. En ese punto nos encontrábamos en vísperas del primero de los Clásicos.
Hoy, cumplidos tres partidos que parecen cien, el debate ya no es el fútbol. A estas horas todavía se habla de las demandas rechazadas por la UEFA, y hasta Karanka situó ayer esa cuestión por delante del partido de hoy, vuelta de unas semifinales de Champions. En poco más de dos semanas no queda rastro del fútbol directo del Madrid y la poética del Barcelona se ha vuelto más prosaica que nunca. Lo que imaginamos como una fiesta del fútbol, una tacada prodigiosa, ha deteriorado gravemente la imagen de los equipos y las instituciones que representan.
Tras la permanente exageración que nos rodea hay verdades incuestionables. En los tres partidos anteriores, el Madrid se ha limitado a contraprogramar el juego del Barcelona, despreciando las virtudes y la grandeza de su propio equipo. El Barcelona, por su parte, se sintió tan acorralado tras la Copa, tan intimidado físicamente, que en el último partido teatralizó cada falta con la intención de condicionar al árbitro y provocar tarjetas. Actitudes, las de cada equipo, muy poco edificantes, pero que deberían ser juzgadas por la ética y no por la UEFA.
Guión. Aunque el partido de esta noche nos ofrece un panorama distinto, temo que no sea suficiente para librarse de esta guerra de reproches. Ojalá me equivoque. El Madrid, por vez primera, tendrá la responsabilidad del control, del balón y del ataque. El reverso de tan valeroso planteamiento es que dejará espacios y se expondrá a ser goleado, como sucedió en la primera vuelta de la Liga. Pero no creo que eso importe demasiado al madridismo, si bien, últimamente, cuesta reconocerlo.
El hecho es que el Madrid formará con la misma línea atacante del 5-0: Özil, Di María, Cristiano y Benzema. Consignadas las ausencias por sanción de Sergio Ramos y Pepe, la novedad más reseñable es la presencia de Lass como compañero de Xabi Alonso (en la anterior visita al Camp Nou jugó Khedira). Pero insisto en el argumento inicial. Este Madrid es mucho mejor que el de noviembre, o al menos lo era hace 17 días. Hablamos de un grupo más formado, más trabajado, impulsado por Xabi y no por Pepe, un equipo que ha firmado un puñado de partidos excelentes. Por cierto, de la lista para el milagro se quedaron fuera Pedro León y Canales (¿por qué no fueron cedidos en enero?) y sí entró el joven Nacho, una lateral zurdo de garantías aunque no es ni zurdo ni lateral.
La hoja de ruta no es un secreto: pasa por marcar primero, por generar la inquietud del rival y del estadio y, probablemente, por forzar la prórroga. A esa muerte súbita, quedó visto en Mestalla, el Madrid llegará con más piernas, básicamente, porque cuenta con las piernas de Cristiano.
El Barcelona lo tendría todo a favor, si no fuera porque, últimamente, da síntomas de estar tieso. El agotamiento pasará inadvertido si marca antes y el viento resulta favorable. Pero si el partido es largo y sigue en vilo durante la segunda parte, entonces, cabe esperar cualquier cosa. Sospecho que Mourinho se daría por satisfecho con alcanzar ese último tramo con empate a cero, y fiarlo todo a un arreón desesperado, con sus tres delanteros centros sobre el campo.
Como es conocido, el entrenador madridista lo verá desde la grada. En principio desde el palco de autoridades, aunque ayer hubo reuniones al respecto porque la opción no le agrada y se barajaron otras posibilidades, desde el palco privado (18.000 euros) a la sala de ojeadores del Barça. Hasta hoy no se tomará la decisión final.
Guardiola. Su once no diferirá en su esencia del que ganó en el Bernabéu. Iniesta recuperará su lugar, Mascherano seguirá como central, Puyol como lateral izquierdo y la novedad más reconfortante será la presencia de Abidal en el banquillo.
El ruego, para quien proceda (Manitú o Platini), es que el árbitro pase inadvertido, que el partido se agote en el campo y que los Clásicos vuelvan a ser como siempre los hemos soñado.

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