sábado, 20 de junio de 2009

Poder de persuadir

Tú no mereces estar en Cooperstown.

Ustedes son intocables. ¿De eso se trata? ¿Nadie puede llegarles? Bueno … cualquiera puede ser atrapado.

-- Le dice un legislador de Chicago a Eliot Ness, en "Los intocables"

Si eres Sammy Sosa o Alex Rodríguez, o incluso Roger Clemens, Barry Bonds o Rafael Palmeiro, hasta este momento la invencibilidad ha sido tu mejor amigo. Ganaste.

Te saliste con la tuya.

La gran mayoría de tus colegas, tus jefes y la gente que pagó para verte jugar estuvo de acuerdo con que utilizar sustancias anabólicas era hacer trampa. El 17 de marzo de 2005, Sosa y Palmeiro testificaron en el Comité de Reforma del Congreso de Esados Unidos que utilizar esteroides era hacer trampa.

Sin embargo, todos han sido atrapados pero no han enfrentado sanción alguna.

Toda la conmoción relacionada al consumo de drogas para mejorar el rendimiento -- legados, elegibilidad para el Salón de la Fama, el libro de récords y quién es el rey de los jonrones -- ha sido solamente un ruido para ti, palabras sensacionalistas para la prosperidad que no se diferencian mucho de la opinión de la Corte Suprema: aburridamente registradas y ampliamente olvidadas.

Quizás los votantes del Salón de la Fama los castiguen cuando sea momento de su elección, pero el silencio ha gobernado a las instituciones -- la MLB y el Salón de la Fama del Béisbol.

La comprensión de la segunda falla organizacional más grande en la historia del deporte ha sido relegado a una decisión individual.

No hay nada clara en el desastre de los esteroides. El comisionado es tan culpable como los jugadores y su sindicato. Bud Selig no puede sancionar correctamente a sus jugadores sin sancionarse a sí mismo antes, dado que su salario de 18,4 millones de dólares puede ser directamente atado al incremento de las ganancias ocurrido durante los últimos años.

Sólo 10 jugadores ganan más dinero por año que Selig.

Las dos fallas organizacionales más grandes en la historia del béisbol han sido un espejo de la sociedad. La primera -- los 60 años de segregación en el béisbol -- reflejaban las desafortunadas actitudes de esa época.

Tal vez Sammy y sus 609 jonrones deberían quedar fuera del Salón
La segunda -- la cínica elección de dinero por encima de la integridad -- no sólo ha envenenado al béisbol en cuanto al escándalo sino también ha dañado instituciones como Wall Street y la industria bancaria.

Pero esta irritante desconexión -- el deseo por encontrar alguna forma de contabilizar lo ocurrido contra la resignación de sentir que hacer trampa tiene una recompensa ilimitada, que a pesar de todo el ruido, todos salieron airosos -- es la que genera la verdadera frustración.

Todo esto genera una pregunta: ¿Qué se necesitará para crear algún tipo de justicia, que permita al deporte "seguir adelante" como sus líderes y jugadores dicen desear desesperadamente? ¿Quieren los dueños realmente deshacerse de estas sustancias que mejoran el rendimiento? Si lo desean, esto es lo que la liga debería hacer:

1. Selig debe colocar a cualquier jugador que haya sido encontrado culpable por utilizar sustancias anabólicas en la lista de inelegibles por al menos una porción de su elegibilidad en el Salón de la Fama.

Mantener a los jugadores fuera del Salón de la Fama es el único lenguaje que los peloteros entienden. Porque en materia de dinero, son intocables.

Según baseball-reference.com, Rodríguez ha cobrado 198,4 millones de dólares desde que ingresó a la liga en 1994.

Bonds cobró $188,2 millones en salario en sus 22 años de carrera.

Sosa ganó 124 millones en más de 18 temporadas.

Clemens acumuló $121 millones en más de 24 temporadas.

Los jugadores pueden quedarse con su dinero, con esos salarios inflados por las drogas que los ayudaron a mejorar sus estadísticas. Selig dice que la lista de 2003 es "noticia vieja". Y esa es la actitud que permite que el problema persista hoy.

El comisionado necesita crear una escala de castigos: 10 años en la lista de inelegibles luego del último partido activo para los 104 jugadores cuyos nombres estuvieron en la lista de 2003 ó en el Reporte Mitchell o que violaron la política de la liga entre 2004 y 2009; veto de por vida a cualquiera que sea encontrado culpable de consumir esteroides después de la temporada 2010.

Los jugadores podrían terminar sus carreras y disfrutar de sus cheques gordos, pero su elegibilidad sería reducida a un tercio.

Para un jugador como Mark McGwire, que no está en la lista de 2003 (se retiró después de la temporada 2001) y nunca falló un control antidopaje porque no había pruebas en su era, Selig debería ofrecerle la oportunidad de defender su carrera o arriesgarse a ser ubicado en la lista de inelegibles.

Como castigo, el ser inelegible para el Salón afecta solamente a una pequeña fracción de jugadores porque solamente una pequeña porción de jugadores ha mantenido un nivel merecedor de ser inducido.

Pero ubicar jugadores en la lista de inelegibles es un potencial golpe de nocaut.

Básicamente les impide continuar en el béisbol: no pueden trabajar como entrenadores de bateo, pitcheo o tercera base, no participan del Día del Jugadores Veteranos, ni puestos en los entrenamientos de primavera.

Ningún cómodo empleo de asesoría ni como analistas en cadenas socias de la MLB, como ESPN, Fox y TBS, y obviamente ninguna posibilidad de trabajar en las gerencias de los clubes.

2. Para cualquier jugador que sea integrado al Salón de la Fama y haya sido implicado en el escándalo de esteroides, el Salón debe incluir una mención al respecto en su plaqueta en Cooperstown.

Cada boleta en el Salón de la Fama contiene las palabras Carácter, Integridad y Caballerosidad como parte del criterio para ser elegido. Incluso en los casos de McGwire, Bonds y Clemens -- quienes podrían ser elegidos algún día -- su participación en esta era sería capturada por la historia y sus números serían analizados de forma distinta.

La era de los esteroides está fresca en la mente de la sociedad actual, pero de aquí a 100 años, cuando esta generación ya no esté, los actos que dañaron el juego seguirán vivos.

En la parte del museo, el Salón probablemente exhiba algún día una muestra relacionada con la era de los esteroides, pero en la actualidad, el Salón no está involucrado en ninguna discusión para intervenir en las reglas de elegibilidad de la institución.

"Internamente, es un tópico relevante, no se escapa de nuestras conciencias", dijo el presidente del Salón, Jeff Idelson. "Pero más allá de lo hipotético, no ha sido discutido. Por eso la respuesta es, no lo sé".

Tales pasos no son perfectos, pero representan un comienzo, un fuerte elemento de disuasión para los jugadores.

Y de alguna manera, tocan las áreas importantes para el público: el Salón de la Fama y la idea de que los jugadores no sólo escaparon sin castigo sino que fueron recompensados por hacerlo.

Lo que falta es la forma en que las fuentes de poder del deporte -- Selig, sus súbditos y los 30 dueños -- deben enfrentar algún tipo de castigo. El Congreso no estuvo dispuesto a hacerlo, ni tampoco George Mitchell, quien tuvo mucho que decir sobre los jugadores en su reporte, pero tan poco sobre los gerenciales.

De todas maneras, el dinero y la reputación son los únicos lenguajes que estos Intocables entienden.

Y eso es apropiado.

La era de los esteroides se ha tratado siempre de dinero, por lo que la era reformista también debería tratarse de dinero. La vieja pregunta respecto a la opción de utilizar esteroides -- "¿Qué harías por 10 millones de dólares?"-- haría la transición hacia otra más sobria, "¿Realmente quieres arriesgarte a ser el próximo Pete Rose?".

publicado por : jesus mendez

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