La zona VIP, de lujo; la de los aficionados, sin acabar. Cien personas trabajan de día y de noche. Si llueve no se puede pasar ni con botas de agua.
El invitado Vip que acuda el domingo a Gdansk, quedará encantado. Verá una entrada principal cuidada al detalle. Me imagino que tendrán hasta alfombra roja (la UEFA es muy dada). Ni rastro de obras. Jardineras en su sitio, paseos asfaltados, escaleras terminadas y, ni que decir tiene, que ni una mota de polvo si hace calor o ausencia de barro si llueve (ahora mismo los pronósticos están al cincuenta por ciento). Cruzado el umbral, apreciarán un estadio precioso, con todo tipo de comodidades. Y el terreno de juego una alfombra. Antes, en ese corto paseo hasta la puerta de autoridades y demás, comprobarán que exteriormente se da un aire al de la final del Mundial en Johhanesburgo. Vamos, un derroche de lujo y apariencia, un estadio al nivel de los mejores catalogados en Europa.
Pero, ¡ay amigo!, como el que le haya invitado tenga la ocurrencia de sacarle las entradas justo en el lateral contrario, váyase preparando. Ahora mismo eso es Kósovo en plena guerra de los Balcanes. Toneladas de arena apiladas a menos de cincuenta metros de algunas de las entradas de acceso al estadio. Tubos de cemento de gran diámetro que, en un futuro, serán conductos de alcantarillado pero que ahora sirven de decoración un tanto naif. Cien personas trabajan a destajo día y noche, no para dejarlo listo, simplemente para que se disimule un poco la chapuza. Un pequeño puente que iba a servir de pasarela y que morirá como simple proyecto. Si el tiempo es caprichoso y jarrea, ni con botas de agua. Avisados quedan. Miren el plano del estadio, comprueben su entrada y si la ven situada justo enfrente de la puerta principal, devuélvanla o pónganse a rezar.
Ambos mundos que acabo de describir no están separados por más de trescientos metros. La conclusión es que los organizadores mostrarán un estadio totalmente acabado a los señores que les han dado el evento, agasajarán como es debido a las autoridades y los llamados patrocinadores quedarán encantados por el trato y la facilidad de acceso al estadio. La chapuza trasciende porque los medios de comunicación llevamos días denunciando el asunto. Imagino que aumentará dicha denuncia con los testimonios de quien lo padezcan a partir del domingo.
En el lugar de concentración de España, a una hora del mencionado estadio, paz y tranquilidad. Asuntos por rematar en la sala de prensa y accesos. Lonas que se ponen a última hora. Ciertos nervios en los servicios de seguridad. Pero nada que no hayamos visto antes. Del Bosque los ha aislado más que nunca. El hotel de la Selección está en medio de la nada. Gniewino no es un pueblo, tampoco una aldea. Dos molinos de viento flanquean la fachada principal del Hotel de la selección. En cuanto ruede el balón, nada importará tanto.
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