La suerte del campeón
En 2000, la gloriosa Francia de Zidane ganó la Euro con todos los dioses de su lado
-- En Brujas, que las hay las hay, Francia le mostró a Europa que ser campeón del mundo, por primera vez dos años antes, no había sido suficiente. En la apertura del grupo D del Europeo 2000, que se jugó en Holanda y Bélgica, los blues golearon 3-0 a Dinamarca con el talento de Zinedine Zidane y la velocidad de Thierry Henry. El periodista español José Samano escribió entonces en El País: "Francia dejó una huella inquietante para todos los aspirantes al trono". Era una versión mejorada a la de Francia '98, "mantiene los distintivos -mucho sentido táctico y Zidane, un manantial de talento- y ha mejorado notablemente su ataque".
Cinco días después, la cosa perdió brillo pero no rentabilidad. Francia le ganó 2-1 a la República Checa de Nedved y se clasificó para 4tos de final. El equipo que dirigía Roger Lemerre, sufrió su exceso de verticalidad, pero en el completo, con la entrada de Youri Djorkaeff, recobró su potencia ofensiva y se llevó un forzado triunfo. El cierre del grupo ante Holanda sólo definía el orden con que pasarían de ronda. Con varios suplentes, Franciacayó 3-2 tras ir dos veces en ventaja. Ante su público, el equipo orange no se guardó nada. El sueño era ganar el título en casa, pero el final fue más bien trágico. Tras un camino lleno de tulipanes perfumados, el semis se enredaron en las ciclaminas italianas. Así, el mejor equipo del torneo en las asépticas estadísticas, 86,7% de efectividad con 13 goles a favor y 3 en contra, se quedó afuera por penales después de igualar 0-0 el único partido que no ganaron en toda la copa.
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El destino triunfal de Francia se cruzó en cuartos con una acomplejada España que aún no dominaba el fútbol mundial. Los galos ganaron por 2-1. Zidane fue otra vez la figura. "Con su tranco majestuoso, se desplazó por el campo como un emperador", dijo en esa oportunidad un más enamorado Samano. Valdano destacó que la selección francesa tenía una "defensa férrea, un medio campo elástico y un Zidane fascinante". Josep Guardiola vivió el partido como el DT que llegó a ser. El periodista Ramón Besa contó que para el catalán "Francia es como la corriente y Zidane la bombilla". Pep intentó cortar el circuito pero no pudo, apenas se encandiló de cerca y se llevó la camiseta del diez como atormentado recuerdo. España pudo empatarlo en el final de penal, pero Raúl, exhausto, falló. Tras el partido, Zidane salió a arropar al goleador: "Lo siento por él, estas cosas pasan, pero sigue siendo un grande de verdad". Y agregó un guiño al destino: "Es un jugador fortísimo, me gustaría jugar con él". Todo a su tiempo Zizou.
En semis, el equipo francés superó a la Portugal de Figo, también con lo justo. Fue 2-1 con un tanto de penal de Zidane en el minuto 117. "Nunca tuve miedo, sabía que era el momento de noquear a Portugal y siempre tuve claro por dónde iba a tirarlo". Como ante España, Francia sacó adelante un partido complicado y clasificó a la final. Ya sin el juego vistoso del comienzo del torneo, Zidane debió reconocer que "una estrella de la fortuna brilla con nosotros".
Y ahí estuvo la final para probarlo. En Rotterdam, para muchos se medían dos estilos antes que dos selecciones. El catenaccio italiano, la defensa, la cautela, el no dejar jugar; contra el fútbol champagne, el ataque, la osadía, la creatividad. En la previa, solo Michel Platini acertó lo que iba a suceder: "No será un partido bonito y ganará Francia con un gol de oro". El fútbol, una vez más, barrió con las especulaciones. Italia defendía lejos de su arco, manejaba la pelota y le ganaba bien al equipo galo. Francia sufría no tener a un Zidane inspirado, se mostraba lento e inexpresivo como equipo. Pero Sylvain Wiltord lo salvó en el cuarto minuto de descuento, justo cuando un relator italiano gritó: "Dos minutos más... ¡Mamma mia!". Empate, alargue y tiempo de héroes. Un jovencísimo David Trezeguet le dio la victoria con un zurdazo sublime al final del primer tiempo suplementario. Sí, otra vez 2-1.
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Tras la consagración, la primera para Francia fuera de su país (había ganado la Euro '84 y el Mundial '98 en casa), Lemerre afirmó sin escrúpulos: "Es el triunfo del fútbol de ataque", y levantó las banderas de un juego bonito que su equipo intentó pero no mostró de forma sostenida. Italia se quedó con las manos vacías y la boca llena de lamentos. La mejor defensa del mundo entregó el título en tiempo adicionado. Cannavaro dijo que los franceses eran "extremadamente arrogantes". Pessotto, no salía de su asombro: "Fue nuestro mejor partido en el torneo, y es el único que perdimos. Es inexplicable". "No entiendo cómo pudimos ser tan tontos para regalar el partido cuando faltaban treinta segundos", se lamentó Nesta. El DT Dino Zoff sentenció: "Es una de las peores noches de mi vida".
Henry respondió a las críticas italianas: "Fue bastante molesto verlos ya festejando la victoria". Y agregó: "Todos pensaban que estábamos muertos, pero con el equipo francés nunca está terminado". "Nuestra gran fuerza es que no sólo somos 11; ahora somos 22", dijo Trezeguet, el relevo salvador. Didier Deschamps, el capitán que levantó los dos títulos de esa era dorada, definió el momento: "Es histórico, hicimos el doblete". Deschhamps y Blanc se retiraron de la selección ese día, después de lograr lo que ningún campeón mundial europeo había logrado, ganar la Euro siguiente.
Dos años después, en el Mundial de Corea y Japón, la realidad alcanzó a Francia, justo cuando la fortuna que extendió su merecido reinado lo abandonaba.
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