El origen de un campeón mundial
España alcanzó un rendimiento impresionante y consolidó un estilo en la Euro 2008
BILBAO -- En ese momento era imposible notarlo, pero cuando España e Italia definieron por penales el pase a cuartos de final de la Eurocopa 2008, en realidad también estaban llevando a cabo la ceremonia del cambio de mando en el fútbol del planeta.
Ocho jugadores que habían ganado el título en el Mundial 2006 pisaron la cancha ese día para la azzurra: Buffon, Grosso, De Rossi, Toni, Zambrotta, Perrotta, Camoranesi y Del Piero. Al mismo tiempo, diez de los once titulares de España en aquel partido fueron luego parte del plantel campeón del mundo en Sudáfrica 2010: Casillas, Ramos, Puyol, Marchena, Capdevila, Xavi, Iniesta, Villa, Silva y Torres.
“Los técnicos debemos elegir simplemente si queremos buen fútbol o no. Yo me decidí por la primera opción”-- Luis Aragonés, entrenador de España
El encuentro había terminado 0-0, y los dirigidos por Luis Aragonés tenían buenos motivos para ser pesimistas tras el pitazo final. Italia había obtenido la Copa FIFA tras vencer a Francia, justamente, por una definición desde los doce pasos. España arrastraba "el gafe de los penaltis", ya que había sido eliminado por esa vía en los cuartos de final de dos Mundiales (México 1986 y Japón-Corea 2002) y una Euro (Inglaterra 1996).
Pero aquel día, también en cuartos, también por penales, el destino reservaba una alegría para ese conjunto extraordinario, un equipo que había paseado su talento en un grupo clasificatorio compuesto por Rusia, Suecia y Grecia. Los ibéricos ganaron cómodamente los tres primeros juegos, e incluso pudieron reservar a los titulares en el tercer duelo por saber asegurada su clasificación.
Sin embargo, ahí estaban los cuartos y el escollo de Italia. Grosso y De Rossi, que habían convertido sus penales en la final del mundo, se dispusieron a ejecutar. Grosso lo logró. De Rossi no pudo: San Iker detuvo su disparo. El arquero de Real Madrid le contuvo otro a Di Natale. Cesc Fábregas consiguió anotar el remate definitivo y selló el cambio de guardia futbolístico, un 22 de junio, en Viena, en un partido que hoy reviste cierta trascendencia histórica por lo que pasó después.
Getty ImagesEl sabio de Hortaleza fue el ideólogo de aquel equipo
Pasó que, en semis, España aplastó a Rusia con toque y juego y atrevimiento y buen gusto. Pasó que dejó sin nada a Alemania gracias a que Torres -sí, Torres, una de las máximas figuras del equipo- le ganó en velocidad a Lahm y definió de manera exquisita por encima del arquero en la final, para decretar el 1-0 que le daría el título a la Roja. Pasó que levantó el trofeo por segunda vez en la historia del país, después de 44 años de la última consagración internacional.
Pasó que se acabó la Furia, y comenzó otra fábula, más rica y más estética. Y más ganadora. Pasó que se armó un equipo que sería campeón del mundo.
Es llamativo, Luis Aragonés aseguró que los mejores equipos del Mundial 2006 habían sido Argentina y España. La inclusión de su equipo, pese a que no había pasado de los octavos de final, no cayó del todo bien en el público español. Lo miraban con recelo. Él, en cambio, había notado allí el germen de algo mayor. "Tácticamente todos los equipos trabajan bien. Todos nos conocemos y resulta muy difícil sorprender en un Mundial. Ante esto, los técnicos debemos elegir simplemente si, para lograr resultados, queremos buen fútbol o no. Yo me decidí por la primera opción", aseguró el DT en un diálogo que entonces publicó la revista Un Caño. Dos años más tarde, hizo jugar a su Selección con un estilo muy definido, propio e identificable, que continúa hasta hoy.
La alineación inicial de ese equipo hablaba de su búsqueda. Xavi e Iniesta, por ejemplo, aparecieron juntos por primera vez en una competencia internacional importante. A su lado había un sólo pivote, Marcos Senna, y por delante tres puntas definidos: David Silva, David Villa y Fernando Torres. La línea de fondo contaba con Ramos como lateral, Puyol y Marchena como centrales y Capdevila en el lateral izquierdo. Cesc era el primer cambio en cada partido.
Getty Images / Montaje ESPNdeportes.comDe película: la definición de Fernando Torres por sobre Lehmann. Fue el único gol de la final
Seguramente hoy no llame la atención ese esquema: Barcelona lo popularizó en base a su éxito y a su brillo en las últimas cuatro temporadas. Pero vale la pena rescatar que, en aquel momento, Guardiola todavía no se había hecho cargo del equipo catalán. Es decir: todavía nadie jugaba exactamente así. Pep, que contaba con varios jugadores de ese plantel, tomó para sí algunas virtudes de la España de Aragonés. Les agregó un par de retoques (la llegada de Piqué, por ejemplo, y la inclusión de Pedro, por hablar de jugadores españoles que terminaron incluídos en la selección que armaría Vicente Del Bosque), que hicieron su versión aún más brillante y establecerían definitivamente el molde español después del campeonato obtenido en Suiza y Austria.
Extrañamente, el equipo con más representantes en esa plantilla no era el Barcelona, sino el Liverpool inglés, que contaba con Reina, Arveloa, Xabi Alonso y Torres. Aunque sólo el Niño era titular, la convocatoria parece dejar bastante claro que ese modelo holandés del fútbol total fundado en el Barça, que sí se vería en 2010, todavía no estaba tan instalado. Aragonés encontró la manera de ponerlo en práctica con éxito recién en esa Euro.
El torneo parece haber marcado el máximo rendiminento de aquel grupo extraordinario de jugadores. En Sudáfrica, donde fueron claros y merecidos campeones, no llegaron a desplegar de forma tan completa el fútbol suelto y cómodo que los catapultó a nivel continental y los dejó como claros favoritos para la Copa de 2010. La lesión de Torres fue una de las causas de esa baja en el nivel. La otra fue la inclusión de un segundo pivote (Busquets-Xabi Alonso), sacrificando a alguno de los puntas.
Pero tanto el equipo campeón del mundo como el campéon de europa tenían una idea clara: habían aprendido una lección estética y de paciencia. De pase corto como bandera. De presión y voluntad de ataque.
Un detalle para ilustrar la idea madre: los 12 goles que convirtió España en los 5 partidos de la Euro fueron desde adentro del área. Sólo dos fueron de cabeza. Apenas uno llegó tras un centro, el otro fue por un remate después de un rebote que dio el arquero, tras una jugada asociada del equipo que no se cansaba de tocar.
Aragonés, que no tenía asegurada su renovación tras el torneo, dejó plantada a la Federación de Fútbol de su país tras el título y decidió firmar un contrato con el Fenerbahce de Turquía. En medio del estupor general por haber dejado escapar al ideólogo del milagro futbolero, se anunció la llegada de Del Bosque. Viejo zorro y sabio, el bigotón supo continuar con la senda del éxito e hizo retoques mínimos en un grupo que sabía jugar y ganar.
En el Mundial, España llegó a su gloria máxima. Mérito a esa Euro, que sirvió para ganar confianza, terminó con rachas malditas y le enseñó a un grupo de futbolistas el potencial que tenían cuando se animaban a juntarse.
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