La epopeya de Grecia
En 2004 se produjo una de las hazañas más grandes de la historia: Grecia ganó la Euro
Hay un lugar común que reza: "En el fútbol, cualquiera le puede ganar a cualquiera". Esta idea tiene un anclaje en la realidad por el carácter imprevisible de este deporte, aunque no siempre es así. Aquel equipo con mejores jugadores siempre tiene más posibilidades de ganarle a uno con menos calidad. Sin embargo, lo que sucedió en la Euro 2004 con Grecia sin dudas le otorga aún más relevancia a esa verdad de perogrullo.
El título de Grecia en Portugal desató la alegría de todo el pueblo
La consagración del Seleccionado heleno en Portugal es el batacazo futbolístico más impresionante desde el Maracanazo. Incluso es aún más impactante, porque aquel Uruguay era un equipo importante, de los mejores del planeta, y lo sorprendente fue más la caída de Brasil que por el triunfo charrúa. Entonces, se puede decir que el triunfo de Grecia en 2004 fue la hazaña más grande de todos los tiempos.
Para comprender un poco más aquel fenónemo es necesario rememorar el contexto en el que se produjo. En aquella oportunidad, como en esta Euro que está a punto de comenzar, todas las potencias europeas habían logrado la clasificación. Alemania, Holanda, Francia, Italia, Inglaterra, España y el anfitrión Portugal eran los candidatos. Jugadores como Michael Ballack, Ruud Van Nistelrooy, Zinedine Zidane, Francesco Totti, Wayne Rooney y Luis Figo se llevaban todas las miradas en la previa. Sin embargo, Grecia y su defensa inexpugnable se quedó con toda la gloria.
La Selección helena integró el grupo A, junto al local, España y Rusia. Le tocó en suerte disputar el partido inaugural frente al combinado luso. Tras el sorteo, todos creyeron ver un guiño del destino -o de la UEFA- para los organizadores. Es que Grecia era, después de Letonia, el equipo más débil del torneo. Sólo había jugado una Euro, la de Italia 1980, en la que perdió dos partidos y empató frente a Alemania Federal en el que era el resultado más importante de su historia internacional. Por eso, comenzar ante los griegos era comenzar ganando.
Sin embargo, "en el fútbol cualquiera la gana a cualquiera". A los siete minutos del inicio Karagounis marcó el primer gol y en el complemento Basinas aumentó de penal. El descuento de un juvenil Cristiano Ronaldo sólo sirvió para maquillar el resultado de un partido que ya era histórico. Grecia obtenía su primer triunfo en un torneo importante frente al anfitrión y en la inauguración. Aquel inicio presagiaba lo que vendría después.
Getty ImagesGrecia venció a Francia, Rep. Checa y Portugal
El empate 1-1 frente a España y la derrota 2-1 contra Rusia sirvieron para obtener una clasificación tan inesperada como festejada en la cuna de la democracia. Los griegos, que jamás habían celebrado gracias el fútbol, salieron a las calles y vivaron a sus héroes modernos, que por un momento superaron a Ulises y su Odisea.
En cuartos de final, el adversario fue Francia, que había cumplido una buena primera fase y de esa manera olvidaba el fracaso de la Copa del Mundo 2002. En ese encuentro disputado en el Estádio José Alvalade nació el estilo de juego griego. Defensivo, arcaico, mezquino, desagradable y efectivo. Nadie en su sano juicio podrá decir jamás que disfrutó de ver a Grecia en la Euro 2004, sin embargo, su lucha y su esfuerzo fueron conmovedores. Con esos argumentos defendieron el gol de Charisteas y avanzaron a semifinales.
La otra gran sorpresa del campeonato esperaba en la antesala de la gran final. República Checa, un equipo hecho para las Eurocopas, había ganado todos sus partidos y llegaba como gran favorito. Sus víctimas habían sido Alemania, Holanda y Letonia en primera fase y Dinamarca en cuartos. Milan Baros era el goleador del torneo y Cech el mejor arquero.
Misión imposible pensaron todos menos Otto Rehagel y sus muchachos, que aguantaron el 0-0 los noventa minutos y en el final del primer tiempo suplementario estallaron de felicidad gracias al "gol de plata" de Traianos Dellas. Grecia estaba en la final. Otra vez Portugal sería el rival.
Como en los dos últimos partidos, el Seleccionado heleno se defendió con uñas, dientes, escudos y herraduras. Sólo faltó el caballo de Troya delante del arco de Antonios Nikopolidis. Sin embargo, esta vez no necesitaron de gol de plata ni de prórroga, porque Angelos Charisteas convirtió a los doce minutos del segundo tiempo y luego Portugal no supo cómo romper el cerrojo griego. Los campeones eran los humildes, los que llegaron lejos de las luces y se fueron encandilados por el brillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario