El delantero de Barcelona se fue por cuarta vez en blanco cuando Argentina doblegó el domingo 3-1 a México en los octavos de final.
Messi tampoco marcó en las victorias 1-0 ante Nigeria, 4-1 ante Corea del Sur y 2-0 frente a Grecia en la primera ronda.
Argentina lleva marcados diez goles en el Mundial, uno más que Alemania, su rival en los cuartos de final, que le sigue con nueve. Tercero está Portugal con siete.
Messi tropezó nuevamente con un arquero que le ahogó el grito de gol, Oscar Pérez, quien desvió por sobre el travesaño dos remates suyos que parecía terminarían en las redes.
Esa ha sido su cruz en este mundial: el argentino es el jugador que más veces ha tirado al arco, según una estadística de la FIFA, pero porteros inspirados rechazan sus remates. Además reventó dos disparos en los postes.
El de México fue probablemente el partido más flojo de Messi en lo que va del mundial. Los mexicanos lo marcaron de cerca y no le dieron espacios. Con frecuencia lo frenaron con infracciones.
Messi, no obstante, colaboró en el primer gol, anotado por Carlos Tevez en posición adelantada. Tevez encaró al arquero tras recibir un pase de Messi. La pelota rebotó en el Conejo Pérez y regresó a los pies de Messi. El ariete le sirvió nuevamente el balón a Tevez, quien a esta altura había quedado adelantado. Tevez peinó el balón a corta distancia del arco y abrió el marcador.
El juez de línea, sin embargo, no levantó el banderín y el juez italiano Roberto Rosetti convalidó el tanto.
El segundo gol lo anotó Gonzalo Higuaín después de una falla de la defensa mexicana y el tercero fue una genialidad de Tevez, quien clavó el balón en un ángulo desde 25 metros.
Todo para parar a un jugador que, cada vez que recibe el balón, aumenta los decibelios de los estadios, alarma del peligro que lleva en sus pies, amenaza constante para las defensas adversas.
Messi abre la lata, desborda las zagas y obliga a contorsiones estratégicas a los rivales, lo que deja espacio a sus compañeros, que están aprovechando esas situaciones.
El equipo se beneficia de su juego, de su permanente sensación de peligro, pero Messi no marca.
Maradona no está preocupado. Tiene fe ciega en su "10" y recuerda que a él también le costó encontrar la portería en el Mundial de 1986 y acabó como máximo goleador albiceleste.
Y confía en que Messi siga su senda, que se haga con el peso del equipo, que muestre su personalidad y su madurez, que marque cuando Argentina lo necesite.
Messi tampoco marcó en las victorias 1-0 ante Nigeria, 4-1 ante Corea del Sur y 2-0 frente a Grecia en la primera ronda.
Argentina lleva marcados diez goles en el Mundial, uno más que Alemania, su rival en los cuartos de final, que le sigue con nueve. Tercero está Portugal con siete.
Messi tropezó nuevamente con un arquero que le ahogó el grito de gol, Oscar Pérez, quien desvió por sobre el travesaño dos remates suyos que parecía terminarían en las redes.
Esa ha sido su cruz en este mundial: el argentino es el jugador que más veces ha tirado al arco, según una estadística de la FIFA, pero porteros inspirados rechazan sus remates. Además reventó dos disparos en los postes.
El de México fue probablemente el partido más flojo de Messi en lo que va del mundial. Los mexicanos lo marcaron de cerca y no le dieron espacios. Con frecuencia lo frenaron con infracciones.
Messi, no obstante, colaboró en el primer gol, anotado por Carlos Tevez en posición adelantada. Tevez encaró al arquero tras recibir un pase de Messi. La pelota rebotó en el Conejo Pérez y regresó a los pies de Messi. El ariete le sirvió nuevamente el balón a Tevez, quien a esta altura había quedado adelantado. Tevez peinó el balón a corta distancia del arco y abrió el marcador.
El juez de línea, sin embargo, no levantó el banderín y el juez italiano Roberto Rosetti convalidó el tanto.
El segundo gol lo anotó Gonzalo Higuaín después de una falla de la defensa mexicana y el tercero fue una genialidad de Tevez, quien clavó el balón en un ángulo desde 25 metros.
Todo para parar a un jugador que, cada vez que recibe el balón, aumenta los decibelios de los estadios, alarma del peligro que lleva en sus pies, amenaza constante para las defensas adversas.
Messi abre la lata, desborda las zagas y obliga a contorsiones estratégicas a los rivales, lo que deja espacio a sus compañeros, que están aprovechando esas situaciones.
El equipo se beneficia de su juego, de su permanente sensación de peligro, pero Messi no marca.
Maradona no está preocupado. Tiene fe ciega en su "10" y recuerda que a él también le costó encontrar la portería en el Mundial de 1986 y acabó como máximo goleador albiceleste.
Y confía en que Messi siga su senda, que se haga con el peso del equipo, que muestre su personalidad y su madurez, que marque cuando Argentina lo necesite.
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