Los caminos de Cesc Fàbregas y el Barça parece que se distancian. Y no por falta de interés del jugador, que ha dejado muy claro que si se fuera del Arsenal, el Barcelona sería su gran prioridad. El problema está en que la junta de Sandro Rosell no parece tener tanto interés en hacerse con el centrocampista de Arenys como tenía la junta de Joan Laporta, que durante dos años puso cerco al campeón del mundo.
Desde que el actual equipo directivo se hizo cargo de la entidad, el interés por Cesc fue más de cara a la galería que real. De hecho, se utilizó como un arma electoral durante la campaña, cuando Josep Maria Bartomeu, actual vicepresidente deportivo, pronunció la famosa frase de "fichar a Cesc es lo más fácil del mundo". Las gestiones siguientes demostraron lo contrario.
De entrada, Cesc, que se había mojado mucho para salir del Arsenal a riesgo de violentar a su afición, compañeros y técnico, se quedó con un palmo de narices cuando este agosto Arsène Wenger le dijo que "he hablado con Sandro Rosell y me ha dicho que tu fichaje no es una prioridad para el Barça". Ese día, Cesc se quedó petrificado. Y Guardiola también.
Ese episodio supuso un inicio de relaciones difíciles entre el técnico y la junta que parece haberse suavizado ahora con la renovación de Guardiola, pero que puede volver a surgir este verano. Pep quiere a Cesc porque considera que es uno de los pocos que puede mejorar el altísimo nivel de la plantilla que dirige. Pero en la sala de juntas no ven la situación de igual manera.
Está Thiago.
De hecho, ahora la ven peor que antes. Los recientes traspasos millonarios que se han dado en el mercado inglés no auguran nada bueno para el mercado de verano. Si por Carroll el Liverpool pagó 40 millones y el Chelsea desembolsó 54 por Torres, parece obvio que el Arsenal, que tiene fama de buen vendedor, no pedirá menos por Cesc. En la junta argumentan que su llegada, además, frenaría la proyección de Thiago Alcántara.
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